En los últimos tiempos estamos viendo como diferentes ciclistas abandonan su práctica deportiva, incluso pese a que ésta tenga un carácter profesional.

En todos los casos, hablamos de años de dedicación a una carrera a la que se decide ponerle fin y a ese punto no se llega de la noche a la mañana. Salvo en situaciones extremas de incompatibilidad o lesiones graves, que imponen el abandono como única alternativa, en la gran mayoría de los casos abandonar es una elección que responde a diversas variables fundamentalmente de corte psicológico. La pérdida de motivación, la fatiga física y mental, el incumplimiento de expectativas, la frustración… podrían ser algunos de los argumentos empleados para explicar el abandono. Pero, insistimos, llegar a este punto es un proceso, que tendrá un desenlace u otro en función de cómo y cuándo se aborde.

Nunca es tarde para detectar la situación y trabajar en la búsqueda de la mejor alternativa para el deportista. Si poner punto y final es la mejor opción, que la transición sea óptima, pero si no lo es, que el deportista no busque vías de escape o evitación de las dificultades, sino que tenga a su disposición la ayuda necesaria para abordar dichas dificultades y obtener la satisfacción que su actividad deportiva puede reportarle.

 

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